El Catador de Fanta.

Nos levantamos casi al mismo tiempo, pero él llego primero. Mientras decido qué tomar, él va directo a la Fanta. Necesita levantar y estirar el brazo para presionar el botón despachador. Le ofrezco ayuda y amablemente me dice que no y agradece, casi sin voltear a verme. Se sirve un poco, la observa y la tira. Vuelve a servirse y la huele mientras baja la espuma. Por fin la prueba pero no se ve muy convencido. Tira lo que queda en el vaso y con una técnica que parece depurada, presionando de a poco y suavemente el botón, vuelve a servirse, pero ahora si llena el vaso. Se retira no sin antes lanzarme una mirada que parece preguntarme qué es lo que sigo haciendo ahí. Se va y mientras lo sigo con la mirada, suspiro aliviado.
En esta generación del videojuego, de la pésima TV, del acoso escolar, el buen gusto no pierde las esperanzas. Yo tampoco.

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